La mayordomía cumple una función social fundamental encaminada a la honra y cuidado de un patrono (santo, misterio o advocación religiosa).
Por un lado éste entra a formar parte de la familia y por otro sigue siendo un bien público. Para ello cada imagen del templo tiene una réplica en pequeño que se entrega al nuevo mayordomo; esta imagen ha sustituido al bastón de mando y a los faroles de color (verde para San Miguel y Rojo para la Magdalena) que en otro tiempo eran indispensables…
… El mayordomo se encarga de que “su santo” esté presente en eventos y lugares requeridos (S. Juan en la última cena, en el huerto de los olivos, en el viacrucis, en el calvario; igualmente la Magdalena o San Pedro...).
Las funciones básicas de cada mayordomo pueden resumirse en: honrar, exaltar y agasajar a un santo (o un misterio personificado) en cuanto administrador y depositario de un bien colectivo y, por lo tanto, intermediario entre el sentido de dependencia del pueblo (veneración) y los favores (protección, propiciación y agradecimiento) del santo. Estos, santo y pueblo, son los verdaderos protagonistas de la festividad en tanto que la familia que ostenta la mayordomía es fundamentalmente un actor representativo depositario de la “fiducia” de la población.
Huelga decir que la falta de participación de cualquiera de estos tres actores, no sólo arruina la festividad sino que rompe la relación santo-mayordomo-pueblo por todo un año, un ciclo agrícola, con resultados desastrosos para la población. En Xico las leyendas aleccionadoras al respecto son múltiples; en cierto año, por no salir la santa a su habitual recorrido, llovió torrencialmente, tembló, hubo destrucción y hambre generalizada; a una mayordoma se le convirtieron en sangre los frijoles por actuar enojada y de mala gana; por no asistir el pueblo con entusiasmo hubo aquel año una epidemia global. Las leyendas al respecto no tienen fin.”
Bibliografía del Acervo de la DIRECCIÓN DE TURISMO Y PATRIOMONIO CULTURAL. 2013